martes, 1 de enero de 2008

Matar un ruiseñor

Hoy inicio un nuevo viaje por un mundo desconocido para mí: el blog. Está de más decir que todo lo que aquí aparezca serán opiniones mías que espero sean respetadas, aunque no por ello compartidas. Si bien es cierto que en muchas ocasiones tiraré de información aparecida en otros blogs que pueda ir visitando, o de otros sitios de internet, será con el único fin de recopilar información o dar nuevas vías de difusión al tema en cuestión.

Y como no podía ser de otra manera, mi andadura empezará hablando sobre un libro.

Una novela, un Pulitzer. ¿El sueño de todo escritor estadounidense? Puede ser que así sea. Un premio que viene a simbolizar la excelencia. Que si ese año no hay ninguna obra que muestre haber llegado a tal punto simplemente no se da el premio. Imaginaos de qué estamos hablando.

Y escribir una novela no es solamente que te venga la inspiración y ponerte a darle al teclado o a la estilográfica. La inspiración es algo muy importante. Pero también lo es el estudio previo. Tanto de los personajes como de los lugares donde se desarrollan las acciones. No puede haber incongruencias. Todo esto tiene mayor importancia cuando desarrollamos nuestra historia en lugares no ficticios, en épocas concretas. Todo debe casar. Incluidos los personajes en los que nos basamos para conducir la trama. La suma de todo esto junto con la trama de la historia fruto de nuestra imaginación es lo que tenemos que conseguir transportar hasta el lector, y que el lector sea a su vez transportado hacia nuestra creación. Ser capaces de que el lector consiga sin esfuerzo verse dentro de la historia, en el lugar, si no reflejado en los personajes, con la capacidad suficiente como para ser observador de lo que allí acontece, que forme parte, que se lo crea. Porque todo el estudio previo, todo análisis al que hemos sometido a nuestros personajes, todos los planos de los lugares, nos han permitido transformar esa idea que nos había dado la imaginación en una historia posible.

Y no es menos importante el hecho de que esa historia bien cohesionada nos consiga transmitir algo. Nos enseñe, nos haga pensar. Porque una obra que no transmite queda en el olvido. Y una obra que queda en el olvido no puede ser recomendada por los propios lectores mediante el “boca a boca”, que creo es el método más importante de publicidad que puede tener tales creaciones.

Así pues nos encontramos con la imaginación, el análisis, y con hechos o sentimientos que transmitir.

Harper Lee consiguió unir todo esto en la única novela que escribió en 1960 y por la que fue premiada con el Pulitzer en 1961.

Eligió una ciudad ficticia del estado de Alabama (donde nació), en Estados Unidos. Una época. Mediados de 1930, marcada por la Gran Depresión, crisis económica mundial que se inició en 1920 y se prolongó durante toda la década de 1930, que se caracterizó por el deterioro del nivel de vida, el incremento del desempleo, la miseria. Una época llena de desigualdades, de prejuicios.
Eligió unos sentimientos que transmitir. Aversión al racismo, a la desigualdad entre ambos sexos, crítica a la educación o al sistema educativo (que es donde se inculcan los valores de la sociedad). Hechos que se manifestarán de diferentes formas en la trama y que harán que los personajes adopten posturas frente a ellos: el juicio a un hombre negro por un crimen que él no ha cometido, la educación en la escuela frente a la educación que se pueda dar en casa, la forma de actuar de las damas…

Y eligió unos personajes para acompañarnos durante nuestra lectura. Por encima de los demás, dos: Atticus Finch, abogado, respetado por todo el condado, personaje que encarna la justicia, el sentido común… lo contrario a lo que la autora quiere criticar; y Scout, hija del primero (Se ha comentado que la propia Harper Lee encarnaría a Scout, y que en Atticus estaría reflejado su padre). Y será por medio de sus ojos y pensamiento como seguiremos la historia. Una niña de 6 años especial: huérfana de madre y a la que su padre ha educado sin tener en cuenta que sea chico o chica, basándose en lo que él cree mejor. Y es gracias a esta educación y al hecho de observar a su hermano mayor, Jem (4 años mayor que ella), que se crean los conflictos y preguntas que irá salvando, siempre con la ayuda de su padre y de su hermano, a lo largo de toda la narración. Conflictos que nos harán pensar a nosotros, los lectores.

He aquí, pues, lo que para mí es una gran novela. Para mí y para muchos otros, más versados en la materia que yo. Una autora que consiguió la excelencia (Pulitzer) con su única obra: “Matar un ruiseñor”

Muy recomendable.

No hay comentarios: